El Sabbat, en otros tiempos una parte integral de la vida cotidiana, se ideó para garantizar tanto a la tierra como a sus trabajadores una regla de reposo; los campos se dejaban en barbecho para que recobraran su capa cultivable, les daban a los árboles un año “sabático”, durante el cual dejaban que los frutos cayeran y se pudrieran en el suelo: así se renovaba la tierra debajo de éstos, se otorgaba a los labriegos un día de reposo, libre de preocupaciones del trabajo y las ganancias pecuniarias.
La idea del “Sabbat” estaba bien concebida. En una época en la que casi todo se hacía a mano, se comprendía y se valoraba la importancia del descanso, ya que la calidad del trabajo dependía de la calidad del descanso que lo procedía y lo seguía.
Por supuesto hoy, con la proliferación de la tecnología y la Inteligencia Artificial, las exigencias del cuerpo humano han variado de un modo considerable. Es más probable que el cuerpo que hace tiempo laboraba en los campos, se ocupe de operar, reparar, programar, visualizar futuros oscuros…
Este exceso de actividad mental nos lleva a enfermar, ansiedad, estrés, miedos inseguridades… un montón de lesiones que ahora denominamos “Salud Mental”.
Nuestro organismo necesita y exige una proporción considerable de actividad física. Pero al mismo tiempo, necesita y requiere una proporción de descanso. Es una ley de equilibrio y ecuanimidad: por cada embestida hay una frenada, por cada esfuerzo debe existir el suspiro correspondiente.
Es lamentable que esta necesidad biológica básica de reposo rara vez se cumpla. En lugar de aminorar la marcha, parece que vamos a mayor velocidad. En lugar de detenernos para reflexionar, parece que vamos más rapido. Nuestro apetito de velocidad e información parece insaciable, siempre se nos estimula a ingerir la vida en el menor tiempo posible.
Con este ritmo que no sabemos muy bien quien nos impone, el deterioro comienza a manifestarse: nos sentimos cansados, el cuello esta tieso, debemos esforzarnos para mover el intestino, nos irritamos con facilidad, nos preocupamos cada vez más. Nuestra mente está tan llena de preocupaciones y problemas, que, aunque hagamos un alto no somos capaces de tomarnos un verdadero descanso, nuestro cuerpo se detiene pero la mente es imparable.
¡Debemos hacer una pausa para recuperarnos, incluso para ser feliz y disfrutar ¡
Comenzamos a ser viejos mientras todavía somos jóvenes, no debido al desgaste paulatino y natural de nuestras alas, sino al deterioro acelerado de nuestros nervios.
La idea del “Sabbat” o descanso se ha convertido en un lujo. La respuesta a todo esto es muy sencilla, sal a la calle camina, pasito a pasito, fíjate en el rostro de las personas que te cruzas, el sonido del viento en los árboles. Recuerda ¿Qué ves’ ¿Qué oyes? ¿Qué sientes?
Todo es mucho más fácil de lo que pensamos. Te invito a intentarlo porque intentar ser feliz debe ser tu objetivo vital.
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